Infinite

El estallido de la Sombra

Resulta agotador que el lunes sea un lunes con todas sus dimensiones. Horario de salir temprano como el resto, cuando las calles acaban de ponerse en su sitio. Frío de golpe, terapia de choque sin posibilidad de síndromes postvacacionales: inmersión de cabeza. En movimiento antes de las ocho de la mañana, con un día nublado de discreta llovizna. Ayer sol y verano, hoy amanece como si fuera un noviembre que habla de recogimiento, concentración y otoños.

Mi horario está planeado al milímetro con cuatro exámenes consecutivos, mañana y tarde. Ruido de hojas pasando, bolígrafos, como en los viejos tiempos. Aunque a medias: apenas habré ido a un septiembre, este es el segundo. La otra media, el ambiente nublado que recuerda a los tiempos de la cafetería, el sándwich mixto y un mitad doble, repasar las noticias de distintos periódicos por si preguntan en la clase de Redacción y para hacer el seguimiento de los temas políticos y sociales del momento. Hoy es más fácil y al mismo tiempo más amplia esa tarea rutinaria con las redes sociales. Se precisa de una velocidad superior para absorber y olvidar, absorber y olvidar cada día. 

No es la cafetería de antaño ni noviembre; es un placer la vuelta a la actividad mental. 

En estas calles de rutina ya ha desaparecido la sensación de la temporada con la tuitnovela de Manuel Bartual. Ya está, fin, los críticos que parecían haber salido de un escritorio situado hace tres siglos regresaron a su silencio.

Durante unos segundos dudo. Echaba de menos esta deliciosa actividad mental, joder, la añoranza con retardo, hasta que no regreso a la actividad no me doy cuenta del nivel al que era necesaria. 

Dudo, porque sigo bien arriba después de la tarde-noche-madrugada. Las asignaturas de hoy van sobre el cerebro, en su forma y contenido, en cómo funciona y en todos los males que puede provocar. Es gracioso que ayer, en una pausa de estudio, mi cerebro descansara a su manera contándome: un tercer guion para un vídeo que podría grabar en la pausa entre exámenes, aparte de los otros pendientes; material nuevo para un libro que, esta vez sí, sería vía editorial (20 años esperando una propuesta así, que se dice pronto, 20, inevitable que una se venga arriba); otro relato ampliado, o novela corta, que ya tiene portada y podría salir directamente en enero de 2018 con Amazon. Los exámenes. Que pasaría si produjera a mi ritmo normal, dudo. Necesito comer mientras escribo el libro, porque este no serán ni fotocopias ni amazones raros, así que me apunto a varias ofertas de empleo. Dentro de la mierda, hay incluso dos de comunicación y edición de vídeo. 

Qué pasaría si produjera al ritmo real.
Qué pasaría.
 

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