Infinite

Februus -8



- Sólo quedan ocho días, aguanta.
- No.
- Ya casi está acabando febrero.
- No puedo. Además este año hay un día extra.
- Entonces te propongo un pacto.
- ¿Cuál?
- Debes sucumbir como los grandes. Pero no puedes como Virginia Woolf o la Storni, claro: aquí no tienes acantilado suficiente, ni río ni nada.
- ¿Entonces?
- Calla. En tiempo y forma, como yo te diga. Tampoco puedes con químicos, supongo.
- No tengo tarjeta sanitaria ni acceso a ninguna droga mortal.
- ¿Ves? Y una pistola supongo que muchísimo menos.
- No.
- ¿Y coche?
- Tampoco, tuve que venderlo. Aún así, tampoco hay un garaje ni sitio seguro en la ciudad para dejarlo sin que me vean. Dices eso tan americano de conectar el tubo de escape y cerrar las...
- Eso. ¿Entonces?
- Eras tú el que proponías un pacto.
- Ya. Se me ha olvidado.
- Esto no se puede pensar tanto. Creo que iba así.
- Ya. Otro día vuelvo con el guión preparado, para que no se me olvide. Qué cutre: las opciones son pocas, el inventario es reducísimo. Hasta entonces, ten en cuenta la cita.
- Adiós. Qué decadencia más grande.
- ¿Se te ocurrirá mentarme al Morrison cuando me voy?
- No.
- ¿Y a Castaneda?
- ¡No, los chamanes de verdad me libren!
- Ah, creía. A callar. Otro día vuelvo. En febrero del año que viene.
- Adiós. 


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