Infinite

Y si no es el miedo, ¿cómo lo arreglas?

El 23 de abril de 1994 pisé flores, olor apestoso, miré el suelo y tuve que correr para vomitar letras. Nubes blancas, flor violeta. /Al fondo, montaña gris. Etcétera. 

Es el único poema que recuerdo, de principio a fin, aún hoy. A pesar del estudio, las actuaciones, las perfomances o las lecturas. Sólo recuerdo el vómito lila

Escribí en una hoja de cuadrículas, con la letra inclinada hacia la derecha de entonces.
La versión ofimática primera fue en Courier New, como estas letras.
 
Después en Georgia y Cataneo BT, la versión que guardé un año. Pasado ese tiempo, el poema ganó un concurso literario.
Lo ganó él, no yo. Nunca supe lo que significaba. Nunca he sabido de quién era la voz que me lo dictó. Porque era una voz externa, ajena, ¿esquizofrénica? Nunca se me ha olvidado una sola coma ni punto suspensivo (estaba repleto de ellos) en montoncitos de a cuatro, no de a tres....


Ese fue el principio del fin. Los sudores y la sonrisa, letras apresuradas, rápido escríbelo que puede desvanecerse. Creer que llegaría a algo.

Han pasado los años uno tras otro. El árbol de bonito color lila y olor rancio siempre ha florecido puntual. Ha recordado la alegría. Me ha susurrado reproches por dejar de escribir. Vio la portada del libro donde metí el poema, una portada morada, una portada que nadie quiso imprimir nunca.

23 de abril de 2010, acabé rodeada de las campánulas lilas. Y recordé lo que había olvidado pero siempre estuvo ahí. No me importó enloquecer, una vez más.

Hay muchas cosas moradas en mi casa. Adoro ese color. Mi pelo estuvo de ese color una vez. Cajas, pañuelos, pantalones, paredes. Tangas, calcetines. El lila no me gustaba, decía, mejor el morado intenso. Pero ayer teñí mis manos de ese color, a juego con una camiseta tope a la moda muérete. Y todo es lila. Todo es flor, todo es olor muerto, todo es pasado mal escrito y peor encuadernado. Y veo esto. Estas flores, puta casualidad. Y pienso que incluso mi mechero, hoy, es de color lila. Algo se te está olvidando, dice la voz.

Y mi madre: tus poesías nunca las entendí, son muy raras. Escribe mejor una novela.

Y pienso: vuelvo a mi Courier New.
Y deseo: que alguien invente un cigarrillo morado. Falta en mi colección.


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