Infinite

Febrero maldito

Cada febrero me pregunto si soy de carne y hueso. Me deprime el deprimirme por ciertas cosas. Y sí, lo he escrito bien. Cada año cambia, desde hace exactamente una década. Algunos años, es más intenso. Otros, estoy tan ocupada que nadie se entera de que es febrero, ni siquiera yo.

Este año, entre otras cosas, me deprime enfurecerme por uno, y otro, y otro estúpido artículo más de personas famosas cuyos nombres recordarmos, desmenuzando el qué, cómo o por qué escribir. Se habla de las musas como una metáfora reduccionista que define el chispazo surgido de la nada, el que hace vomitar un centenar de líneas (o pinceladas, o pentagramas, o melodías). ¿Y yo por qué tendría "musas"? ¿Un montón de mujeres que acabarían chismorreando de cremas anti-arrugas o ropa absurda? No, gracias.

En realidad, me deprime deprimirme por no publicar, para qué vamos a engañarnos.

Pero sólo es un detalle racional de algo que, por lo demás, no tiene razón ninguna. Con los años le he buscado un simbolismo biológico, como una metáfora del proceso de stand by que se mantiene hasta el cumpleaños en el 28F.

Los cumpleaños no tenían nada de especial, hasta un amanecer solitario sobre la cúpula de San Pedro. A partir de ese día, según la sociedad, me estaba permitido ser persona, mayor de edad. Pero no noté diferencia alguna. Ya entonces el mundo parecía un absurdo juego incomprensible, un mono loco tirando los dados. Dos noches antes, por ejemplo, habíamos ido a una discoteca que nos aconsejó la guia turística del viaje. Al poco de entrar, se extendió el rumor de que  Nicole Kidman, Tom Cruise y Cuba Gooding, Jr. andaban en la otra sala. ¿Y qué hacen aquí? Que, por lo visto, han presentado hoy en Roma la película Jerry Maguire. Ah, pues muy bien. 

En la otra sala interior, llena de gente apretada, en efecto había unas mesas VIP con una refulgente Nicole Kidman (sin nada que envidiarle a un vampiro de Crepúsculo puesto al sol) y un borracho exaltado Cuba Gooding, Jr. que se había quitado la camisa y enseñaba pectorales al ritmo de la música.

Con tacones y todo, me iba poniendo de puntillas para ver mejor y contarle a mis amigas, mientras avanzaba de paso en paso lateral, lo que me dejaban las apreturas. Hasta que, una de las veces, el filo puntiagudo del tacón aterrizó sobre el pie de un italiano, con el consiguiente gesto de dolor del mismo. Me volví avergonzada para pedir disculpas y, en vez de un italiano, me crucé con los ojos de Lestat de Lioncourt. Sólo se me ocurrió rezongar sorrysorrysorry, I'm so sorry, Tom, y a renglón seguido nice to meet you, and sorry again y dos besos. Fue tan rápido que los dos armarios empotrados con pinganillo, que iban a derecha e izquierda, no tuvieron tiempo de reaccionar. Por suerte para mí, que con un soplido me podrían haber desmontado. Los tres siguieron su camino, dirección al water, o a la barra, no sé. Me hizo gracia pensar en Tom Cruise meando y acordándose de mis ancestros por un dedo gordo chafado.

Me acuerdo de Roma porque, en otra tirada de dados del mono loco, este año el 28F la atención mediática estará por esa cúpula de San Pedro. Y quién sabe, algún enviado especial puede que vea el amanecer desde la misma habitación de hotel.

Ya entonces no sabía qué pasaría con mi vida. Otros pocos febreros después, llegó el primero que abrió la puerta de los febreros malditos, durante el que estuve en casa sin apenas salir, casi todo el tiempo. Ya había terminado la carrera y estaba descubriendo el horroroso vacío absoluto del y después qué. Porque el fin último de toda la existencia, inculcado de forma inconsciente durante toda mi vida, era estudiar. Pero no me habían contado nada sobre qué pasaba después. En aquel momento, encima, disfrutaba de una moderada suerte, porque estaba "trabajando" en un periódico a modo de colaboración, con una página y 300€/mes. Debía sentirme afortunada, porque otros compañeros no lo habían conseguido.

En febrero me hicieron un pequeño lío: quitamos tu sección. Ahora lo ponemos. Ahora la quitamos. 
Al final la quitaron. No tenía otra cosa que hacer. Apenas salí de casa.

El año pasado tenía este blog y trabajo por horas dando talleres a niños. No era suficiente. Surgieron después más cosas, poco a poco. También ideas febreriles, como apuntarme por primera vez a un taller literario, que quizás facilitara las cosas para publicar. E incluso acabé por acudir a un Encuentro Literario, primera cosa/acto oficial relacionada con las letras.

Este año sólo tengo el blog. Y Febrero.

1 comentario

  1. Bueno, y nos tienes a nosotros. Es mucho. Y tienes tu cumpleaños. También lo es. Y tienes tantas cosas ahí, escondidas.
    Make I.

    ResponderEliminar