Infinite

El último lugar común (Musas II)


La infancia no es ningún territorio perdido por el hombre.

De la infancia a la juventud sólo hay un día y unas pocas hormonas. Apenas cambia gran cosa: está ese compañero de clase, el de ayer, al que llamabas "noviete" y sólo imaginabas tomando de la mano o en el acto de compartir su bocadillo del recreo. Al otro día, sin más, hay manos entrelazadas y también bocadillos y también te lo imaginas cansado por las agujetas (ambos) tras una noche de follarle salvajemente.

Él no opina lo mismo, claro. Todavía no tiene hormonas.
El resto tampoco opina lo mismo. Estiran la infancia sin tu consentimiento.


La vida llega otro día cualquiera. Dicen que es lo de la juventud a la madurez, pero no estoy segura. Ese día hay que tirar por la borda tantas horas de estudio, tantas biografías recitadas de memoria con mínimo interés, tanto ejemplo. Ese día aprendes que los que ostentan el poder, de la manera que sea, no son los más brillantes de la especie ni los mejores. ¿Para qué gobiernan, entonces?¿Para qué dirigen nada?

Ese día es pestañeo. Resulta incomprensible como pueden rellenarse más de cinco páginas para una Bildungsroman con ese tema. Como si fuera un tránsito de grandes proporciones y largo recorrido, que en realidad dura 24 horas, 15 minutos, no hagáis drama. Pero hay que explicarlo todo. Debemos estirar.

Y entonces el autor se sienta y explica su historia entre las páginas.

Cambia el nombre y la profesión del protagonista; los críticos se apresuran a elogiar la ficción que explica las dimensiones del alma humana y de la humanidad al completo.

MENTIRA. Al completo no, falta el otro lado.

Si hubiera que escribir desde el otro lado rondaría una extensión de cinco tomos, de 1.350 páginas cada uno. Ah, pero eso no es alma humana ni universal, ni miserias ni grandezas. Sin embargo, es un tránsito de décadas, el lugar que no se encuentra una vez aprendido todo -sólo queda encajar rotaciones y traslaciones-, una búsqueda que no finaliza.

O puede que acabe en la madurez.

Y la madurez sólo llega cuando los huesos se resquebrajan con la osteoporosis o se retuercen con la artritis o falla el potasio en el miocardio. 

Antes, lo que hay antes, es una juventud humana infinita que jamás desaparece.

1 comentario

  1. Hola Sara,
    Hoy sólo vengo a presentarme. He hecho un nuevo blog y quería invitarte para compartir contigo, si te parece bien.
    Aún no tengo amigos, jajaja, ando solo por el mundo todavía. Así que si te gusta también tendrás un nuevo amigo.

    Saludos,
    Jacob K

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