Infinite

Lo absurdo




En las condiciones más adversas lloverán cristales del cielo, el terreno será resbaladizo, el paraguas mojará con más contundencia -hacia abajo- y el final de la rotonda desaparecerá de la vista.

Cuando llegue tu hora más desesperada, habrá una siguiente. 
Siempre una siguiente.


Y como después va la siguiente, este mes estará dedicado a cosas absurdas:

* Batir el récord del blog: pretendía llegar a 12/mes pero he contado mal el calendario de noviembre. En diciembre será un post (o dos) al día. 31.

* Encontrar el nombre definitivo para la casa de Claudia: lo que se presentó como La nínfula perdida cambió después a otro nombre (que ya era un libro sobre espectros y apariciones), a un tercero (que eran dos libros, mismo título, uno de prosa y otro de poesía, dos autores distintos, hay que JODERSE) y por fin a Las revelaciones. Parece que este tampoco.

* Comprar un paquete de 500 de DIN-A4, 80 gr. Hace tiempo del último paquete, que costó 3 bolígrafos y un ratio de supervivencia de 20 folios (el resto, pintarrajeados, a la basura y sin reciclar)

* Hablando de basura, tirar el principio y empezar una tercera vez. Una se pensaba que el chiste de las curvas peligrosas era una genialidad que no se le habría ocurrido a nadie antes, y sí que está por ahí, que lo he visto. La gente viaja más de lo que parece...

Todo este pedazo fuera. Eres muy pesada, Claudia.

[...]
O ha sido hace quince minutos cuando me despedí de Nadia. Ahí te quedas, zorra, hasta otra. ¿Por qué no te coges un taxi, Claudia? Porque no, yo siempre me voy andando cuando estoy borracha o no me despejo. No sé. Hay pocos coches. Antes ha pasado uno negro, haciendo uves dobles de carril a carril. [...] Otro coche, un Golf plateado. Este va recto.

Un Volkswagen que vale un pastizal. Baguen. Buajen. Buaguen. Mira que Nadia lo explicó la semana pasada y ya no me acuerdo, con el ejemplo de Swarovski. Las diferencias entre ruso y polaco y ucraniano de Kazajistán, o yo qué sé de dónde era Nadia. Que tía.

Nadia es el tipo de mujer que me da tanto miedo: polariza todo a su alrededor, de forma natural y sin esfuerzo. [...] De tez blanca perfecta, ni lechosa ni rosácea. Con ojos azules de grandes vetas negras, a diferencia de los azules españoles que suelen ser planos de color. Rubia natural, con cejas rubias y pestañas rubias. Ese es el truco para dar aspecto rusoide, estoy convencida, el leve detalle en las pestañas. O será la nariz de líneas rectas. Y todo en ella es muy escandaloso, siempre con ocurrencias divertidas y anécdotas, siempre dirigiendo. Y las demás nos dejamos hacer. No para de soltar por la boca todo lo que se le ocurre en el momento, como en esa vuelta en coche tras la jornada de trabajo, al tercer día de conocerla. Esa frase fetiche que no hemos parado de repetir hoy: chicas, ¿sabéis que en polaco “kurva” significa... puta? ¡¡Cuidado, una señal de curvas peligrosas!!  Y así todo el camino, intenso dolor de estómago por la violencia de las risas y un momento de hacer uves dobles por la carretera. Y eso que la conductora era yo. Y estaba perfectamente sobria, pero empecé a ahogarme con el cigarrillo intercalado con muchas curvas.


*  Comprar un árbol de navidad plasticoso en el chino de la esquina: tamaño pequeño y de color morado. [¿En qué planeta sería morado un pino? ¿De qué estaría compuesta esa atmósfera?]

* Y lo más absurdo de todo lo que haré este mes: buscarme una vida.

Diciembre es el nuevo enero.

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