Infinite

La risa infinita


Mastico mis labios empapados en sudor. He visto estrellas de mar, vivas, cuando la marea desaparece varios metros. No un adorno disecado de colores imposibles (rosa o verde), tampoco pegadas al cristal de un acuario; vivas, en las paredes de roca. Y por supuesto -la primera vez en 35 años- he despegado una para tocarla con morbosa curiosidad. Extiende unos tentáculos pegajosos para adherise a la palma de mi mano; las cinco puntas deformadas, se mueve. Sin ojos se mueve, cómo sabe dónde ir, cuando la devuelvo a la pared llena de algas y ahí se queda otra vez. Seguimos nuestras vidas, ella bajo el agua y yo por encima de la superficie.

Mastico mis labios empapados en sudor y el dolor, ahora sí, en el hígado, ahora no es un pulmón que me ahogue, es flato del de verdad. Una semana corriendo, saltando de roca en roca, aún no me fío de los tobillos, no me fío de los pulmones alquitranados, pero el sufrimiento cada día ha sido menor, más distancia, menos tabaco de día, el doble de tos por la noche, toser como un perro enfermo y escupir pegotes de nicotina.

Es muy desagradable hacer cosas sanas pero sentirse cada vez peor, más enfermo que nunca. Tampoco he estado en forma del todo, nunca, sólo me gusta moverme y danzar, por puro placer. 

Cuando veía a tanta gente (pero tanta) vestida de marcas deportivas de los pies a la cabeza, con sus caras agónicas por el paseo marítimo, me encendía otro cigarro y me echaba a reír. ¿Por qué corréis? ¿De qué estáis huyendo? 

De qué estáis huyendo.

De qué estáis huyendo.

Cada día, al volver, sólo he tomado notas breves, empezando por el final. Y he ido recordando que, esparcidos en unas 10 libretas, está ya todo escrito (o la idea anotada). Sólo hay que juntarlo, ordenar, desarrollar y expandirlo. 

Escribir es jodidamente fácil, por mucho artículo bobo que se repita en sitios literarios. Y corregir. Corregir mil millones de veces una sola página de word, cada vez que se relee cambiar algo, dar vueltas obsesivamente sobre lo mismo (morirse en un adjetivo) es jodidamente fácil también.

Pero no lo hago.

No tengo que encontrar ninguna voz, desde hace 23 años es la misma, sino un oído que escuche esa voz. Una jodida editorial, un puto editor que lea algo. O eso decía siempre, como justificación.

Me resulta menos vergonzoso enseñar fotos políticamente incorrectas en pelotas que soportar que a alguien le guste lo que he escrito, o que apenas sugiera que puedo hacerlo aún mejor.

Y siempre he tenido los pulmones jodidos; cuando no ha sido una enfermedad, me he encargado de fumar en exceso. Escribir es mi forma de respirar.

Eso es incompatible con el mundillo editorial español, con las historietas de los bajos fondos que salen a poco que rasques.

Es incompatible con la vida. 
Por eso no lo hago.

Pero no puedo dejar de intentarlo. Correr.








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