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M de marzo



M de marzo
M de mañana es lunes
M de lo oculto en sara M. bernard
M de Marte
M de Muerte
M de Mar Javan




Arder de ira porque Zorn no me ha contado nada nuevo, nada que no supiera ya, nada que no pudiera escribir igual, nada que no hubiera vivido a excepción de la sexualidad, claro, una sexualidad demasiado informada y científica esta del siglo XX (como para que los padres médicos fueran los encargados de dar la charla general para informar a toda la clase), sexualidad hija de los 90 donde una polla no debía acercarse a menos de medio metro si no estaba recubierta de condones por miedo al contagio del sida o cualquier otra cosa (y hasta la polla más inocente y virgen podía ser portadora de cualquier cosa) pero al menos se ha acercado alguna, que ya es más de lo que pudo decir el inmaculado y prístino Fritz en sus últimos momentos.

Pero salvo esa excepción, y la de tener ovarios, no pasa de ser el berrido de un moribundo que quiere dejar por escrito todo lo que está averiguando con su psicoanálisis freudiano (cuánto daño, ni jungiano ni lacaniano siquiera, freudiano) y constatar todo lo que da el análisis a las puertas de la Muerte. Con independecia de sexo, edad, condición o enfermedad última, todos los moribundos aprenden lo mismo. Que se lo digan a Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra, tanatóloga, especializada en asistir a enfermos terminales, con varios libros y conferencias a sus espaldas donde se explaya en las vivencias de la condición humana en las cercanías del Umbral, en lo que la gente aprende en ese momento. Y vienen a decir todos, niños y viejos, casi lo mismo.

Entonces la ira no es con Zorn, pobre, quizá es para esos críticos que abrieron los ojos en su momento con ese testimonio, hoy y hace 40 años cuando se publicó, ira por el lacerante -ismo de siempre: la perspectiva de un hombre es universal, la de una mujer es etc., etc. Por mucho que Fritz escriba "sociedad", "familia", "padres", "Suiza", "burguesía", "Dios" (el cristiano), "sociedad", no pasa de ser algo privado e individual, como asegura expresamente en el texto, individual, qué radiografía social ni qué ocho cuartos.

Cualquiera podría hacer lo mismo. Con mucha más ira. Y con otra excepción fundamental, necesaria pero útil:

Yo he sobrevivido, y sé por qué.

Esto es el arquetipo del Ánima Sola, Fritz. No lo inventó Freud, claro.

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