Infinite

Bailad, malditos -capítulo 700-

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Murzim


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El camino torcido del burro

No sé hasta qué punto puede ser una astenia otoñal. Las astenias, por tradición, me dan durante febrero, justo todo el mes anterior a mi cumpleaños. O hasta qué punto tiene que ver con el artículo al que le doy vueltas una y otra vez de forma diaria, la parte siguiente de Mi verdadera historia ~ Malditos cerebros. Porque está quedando demasiado largo para las prisas actuales, aunque corte, resuma y vuelva a resumir hasta lo imprescindible. Porque significa masticar el relato completo de ese período amorfo que -ahora puedo nombrar con certeza absoluta- fue un episodio depresivo mayor y no la simple tontería de paso todo febrero un poco baja de ánimos hasta que llega mi cumpleaños el 28. Quizá es miedo a quedarme corta para que se entienda la gravedad del asunto pero con la posibilidad, sin caer en la magufada, de otra serie de motivos por los que salí adelante, sola, negándome a intervención alguna de mis próximos compañeros de profesión y relacionados -psicólogos y psiquiatras-. Quizá son dudas por toda esa gente que me ha conocido en la versión 2017 en la calle, y se pregunten quién es esta, que me la han cambiado del todo, alguien ajeno a lo que era durante el relato en cuestión.

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La extrañeza tiene un por qué ~ Malditos cerebros (II)

Imagina una persona intolerante a la lactosa y alérgica al gluten, pero que no lo sabe. Durante la infancia aparecen marcadores en un examen rutinario, pero según los analistas es una tontería y no repercutirá en modo alguno sobre su vida cotidiana. La vida que rodea a esa persona es muy fácil, porque de todas las múltiples direcciones existentes, todo se enfoca hacia una: ser futuro participante en concursos de Comedores de Tartas con Nata. También flota en el ambiente un halo extraño de lejanía, aunque el desarrollo para formarse en ese camino sea más o menos apacible. Durante la adolescencia, el halo se vuelve sólido en algunos puntos, la persona se siente incómoda porque el futuro no pueden ser sólo las tartas con nata; un nuevo examen apunta la presencia de intolerancia y alergia, de nuevo los analistas aconsejan que se ignore. No es para tanto ya que está a punto de concluir su formación en Concursante y nunca tuvo problemas graves con ello. Siga el esquema de vida proyectada.

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Cuando ya no te importe

El sol nos vuelve locos.

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Amanecer del 15M: Crónicas

Del 15M han pasado siete años y lo único claro es que entonces tenía morriña de un futuro que no iba a suceder. El mismo que ahora: sólo dispongo de la fecha que he decidido para mi muerte, 15M de 2052, y ni siquiera eso porque es 15 de marzo cuando pretendo morirme, después de la resaca de otro febrero estrepitoso. 

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Exponerse

Los comentaristas resucitados del blog devuelven el sabor conocido de 2013, cuando esto funcionaba con un poco de movimiento -porque los blogs estaban de moda como zona de batalla; hoy son otras- y el regusto, agradable, de que el anonimato relativo permite ejercer mi hipergrafía en toda su extensión. Puedo, y quiero, contestar a cada una de las gilipolleces, sin censura, aunque vaya contra lo que se supone debe hacerse a nivel mecánico. ¿Sería capaz de soportar una exposición máxima? surge la duda. Agradezco, como siempre, la ridiculez cinética lejos de estrellas de las letras o Instagram o Youtube. Porque tengo la mala costumbre de contestar a todo, de tener la última palabra, a lo bueno y lo malo, aunque sea un tono excesivamente incorrecto de trolear al troll. No puedo estar quieta encima de un teclado porque me divierto mucho. ¿Qué pasaría si manejo cifras mayores de ojos pendientes a cualquier coma que se me escape? Quizá no tendría manos para contestarlo todo. Quizá no pase nunca.
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El choque frontal

Por motivos diversos llevo semana y media rodeada de libros con olor a polvo, caca de ácaros y centenares de huellas húmedas, primero en un espacio pulcro y ordenado de compra-venta, después en otro acumulativo al filo del síndrome de Diógenes. En el segundo tuve que mirar, tocar y recolocar montañas que derrumbarían los nervios de un bibliotecario decente; revistas con tetas de los años 70 junto a libros escolares de cuando mis abuelos eran críos y Franco joven, seguidos portada contra lomo de una edición de La metamorfosis anoréxica (ejemplar más delgado que las libretas de 80 páginas que gasto como diarios) u otra edición cualquiera de Un mundo feliz, de Huxley, al lado de un ejemplar -modernísimo en comparación con las anotaciones a lápiz de caligrafía antigua- de los primeros cien de Errata Naturae

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Malditos cerebros (I)


Hasta hace muy poco, quizá cuatro meses, pensaba que todo el mundo al pasear se fijaba en el más mínimo detalle (desde los escaparates, el perfume de otros paseantes, las aceras, los colores de los coches, la luz natural, alguna matrícula curiosa, un pájaro que cruza) y de ahí surgía la figura del flâneur como investigador de las calles. También creía que cualquier persona, durante una velada en una cafetería, podía atender al relato que hablaba su interlocutor y responder en conversación animada, mientras revisaba los mensajes/notificaciones de todo tipo en el móvil y la última polémica con la que arden las redes, enterarse y reír con el chiste narrado en la mesa contigua a un volumen medio-alto, percibir un cambio de temperatura en el ambiente o el inicio de cierta canción en el hilo musical del local, fijarse en los detalles de quien entraba por la puerta o si ocurría algo tras lo ventanales con vistas a la calle, como el paso acelerado de un coche de bomberos. Todo a la vez, sin esfuerzo y sin perder la concentración de la animada charla con el amigo ni de los otros detalles enumerados.

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Cruzar a Wonderland

Es difícil concretar el segundo exacto del paso que te precipita al abismo de Wonderland. Un tiempo paralelo a este, a medio camino entre el día de la Poesía y la Semana Santa, la brisa con sol que recuerda a las camisetas de manga corta bajo los jerseys, la alegría de la primavera retornada con la santidad de los inciensos. En ese lapso se produce el momento definitivo en el que cedes, sin darte cuenta. No lo recuerdo. Sin retorno ni conciencia del peligro, porque eso les ocurre a otros, tú no puedes estar ciega.
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Aunque es de noche...

Aparece para llevarse por los aires todas las teorías sobre arte y sufrimiento. A la mierda. Explosión. Trozos.

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Después de la tormenta



Viento
  lluvia
    nieve

Sol
  mar
    desierto. 
Uhm, no me saques fotos. 
No son fotos, es un relámpago. Sí, se acerca la tormenta. 

Llueve fuera. Alguna centella. 

Déjame descansar en el espacio entre tus brazos. Niego que no existan palabras suficientes para todo, porque todo puede decirse y expresarse. Sudor y dulzura. 

Fuera deja de llover y silencio. 

He encontrado el espacio donde la intensidad no permite las palabras -por primera vez.
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Y si existimos sólo para Google

Presentación de la novela de Belén Gopegui. A Coruña, noviembre 2017
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Hoy


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Otro febrero, otro

Una alfombra de césped llena de pulgas. 
Esta sensación previa, este despertar, otra noche de danzar sobre la alfombra.
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Hoy


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Sagitario A*


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Cuenta atrás: Bajo el árbol morado


He derramado sangre por este libro. 

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